Οι πρώτοι Έλληνες μετανάστες στη Χιλή / El salitre atrajo inmigración griega a Chile

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Artículo de Xrisí Tefarikis

Un conocido historiador chileno llamado Julio Retamal, director de la facultad de historia de la Universidad Católica de Santiago realizó una investigación acerca del origen de las familias fundadoras en Chile. Así fue como nos enteramos que en el siglo XVI llegaron a este país los primeros griegos originarios de la isla de Creta y que se apellidaron Candia en homenaje a la capital de aquella isla. El apellido persiste en la actualidad pero se encuentra muy desvinculado de sus orígenes remotos. En el siglo xix aparecen nuevos personajes provenientes de Grecia, escasos. Dos de ellos pertenecían a la tripulación de Arturo Prat y fueron combatientes en Iquique. La mayoría de los inmigrantes helenos llegaron a Chile a comienzos del siglo XX por su consabido espíritu aventurero, otros escapando de los rigores de la Primera Guerra Mundial y de la catástrofe de Esmirna, en Asia Menor. Se dirigieron a la ciudad de Antofagasta. Es muy probable que el clima bienhechor de la zona haya sido uno de los grandes atractivos para estos novatos griegos en tierras nuevas. Sin embargo, las crónicas de la época señalan que la mayoría llegó atraídos por la fama que había adquirido el norte chileno por la explotación del salitre. El país llegó a sumirse en una bonanza económica tan espectacular que transcurrió un período en el que los chilenos no pagaban impuestos. La fiebre del salitre atrajo a miles de extranjeros que provenían de Europa y algunos de los Estados Unidos. Las “salitreras” o ciudades-oficinas instaladas próximas a las faenas minerales vivían una época gloriosa. Los muebles, cortinajes, tapices eran importados de Francia o Inglaterra y los extranjeros importaban también institutrices europeas para educar a sus retoños. Caruso y la Pavlova vinieron a este país a cantar y a danzar en las mentadas salitreras que se permitían lujos que los capitalinos añoraban.

En medio de esta avalancha de extranjeros que poblaban el norte chileno aparecieron los griegos que también, de algún modo, “se querían hacer la américa”, como decían ellos mismos. Así fue como surgió una increíble Colectividad Helénica cuyos registros fueron anotados en dos fuentes. una de éstas fue la amplia colaboración que le brindó la prensa chilena a través de sus páginas en el diario “El Mercurio”. La otra terminó bajo los escombros del incendio de la primera residencia que albergó a los proto-helenos de Chile.

Miguel Politis Jaramís, hijo de un ciudadano griego, recopiló los archivos del diario “El Mercurio” de Antofagasta desde comienzos del siglo XX para configurar una suerte de historial impreso de las actividades de los helenos en chile y de la generosa acogida que les brindó el país nuevo.
Los primeros pasos

Oficina Salitrera HumbestoneDe acuerdo al libro publicado por Miguel Politis denominado “Grecia y los griegos” en “El Mercurio” de Antofagasta, entre los años 1920 y 1935 existían alrededor de 400 griegos en la ciudad nortina y alguna treintena frecuentando las salitreras. En el diario nortino aparece una crónica publicada en 1922 cuando visitó Antofagasta el cónsul general de Grecia, Juan Satirakis, dispuesto a fundar una colectividad que tuviera personalidad jurídica y un establecimiento que pudiera reunir a los griegos en un “hogar” helénico”. Satirakis, al llegar a la ciudad se contactó con Ramón Chilovitis y juntos organizaron el primer encuentro formal entre griegos. Satirakis fue el que entregó la primera remesa de dinero para la creación de la futura colectividad helénica. El 20 de septiembre de ese año se fundó entonces una asociación llamada “Sociedad Helénica de Socorros Mutuos” que contó con 147 afiliados. La presidió entonces Gerardo triantafilo, Jorge katevas como vice-presidente, Ramón Chilovitis, secretario, Stialianós Balabanos, pro- secretario, Jorge Karayanis, tesorero, José Sclabos, pro-tesorero y los consejeros fueron: Teodoro Jaramís, Jorge Galanakis, Menelao Franciskakis, Gerardo Casaneva y Angel Adamópulos.

En 1926 se constituye la primera asociación femenina por excelencia, las filóptoxos(amigas de los pobres) que fue presidido por Xrisí Almallotis. Desde entonces a la fecha se han sucedido alrededor de cuatro o cinco generaciones de descendientes de griegos. Algunos se han trasladado al sur y se agrupan mayoritariamente en Santiago y otros en Valparaíso. Otros regresaron a la madrepatria después de finalizar la primera guerra pero gran parte de los inmigrantes permanecieron en su nuevo país y fundaron numerosas familias heleno-chilenas.
Antofagasta: una colectividad ejemplar

En la actualidad tres colectividades conforman el mundo helénico chileno. Una, por cierto, radicada en la capital, otra se encuentra en Valparaíso y la última, en su lugar de origen, Antofagasta. Sin embargo, es ésta la que llama la atención de muchos chilenos, funcionarios y ministros griegos por su arraigado patriotismo. Es una agrupación de personas que no cuentan con ningún soporte de la cultura griega, esto quiere decir, sin iglesia ortodoxa, sin escuelas griegas, sin mayores requerimientos económicos. Casi nadie habla la lengua griega y sin embargo ocupan un lugar de primacía entre las colectividades extranjeras de la ciudad y del país.

A comienzos de enero, el obispo de Buenos Aires, monseñor Tarasios que encabeza la iglesia ortodoxa en América del Sur organizó un encuentro en Iguazú, Paraguay, para los jóvenes de origen heleno de las colectividades griegas del continente. Obtuvo el primer lugar por su bien cuidado vestuario y el magnífico desempeño de las danzas de Grecia los jóvenes provenientes de la colectividad antofagastina. Muchos se preguntan a qué responde tanto patriotismo, tanto vigor, tanta energía. Quizás las únicas respuestas que asoman podrían atribuirse al desempeño de sus líderes, de sus presidentes, de sus cónsules. Sin ir más lejos, la actual cónsul de Grecia en Antofagasta es una destacada personalidad de la ciudad, Ketty Farandato. Habla y escribe cinco idiomas, es profesora de la Universidad del Norte y colaboradora del diario “El Mercurio” de Antofagasta. Farandato ha recibido las distinciones más relevantes que otorga la comunidad antofagastina, entre ellas “el ancla de oro”. También simboliza, a su modo, el paso decidido que dieron los griegos en el norte de Chile para arraigarse definitivamente dentro sus áridas tierras.

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