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Por Xrisí Tefarikis.
Nota: Este artículo contiene spoiler o información de la trama.
Una vez más nos sorprende el excelente realizador chileno, Alejandro Amenábar, con una película que pasará a ser un clásico tanto por su contenido como por su calidad cinematográfica. Ya habíamos visto y comentado “Mar Adentro”, un film que sacó aplausos en todo el mundo y que obtuvo Oscares y Premios Internacionales de Cine.
Con “Ágora”, una película que pasó casi imperceptible a comienzos del 2010 por las pantallas chilenas, Amenábar apostó por la muestra de la intolerancia religiosa, proverbial pecado de la humanidad en todos los tiempos y lugares y que en esta ocasión se localiza en el inicio de la decadencia del Imperio Romano, alrededor de 450 D.C., demostrándonos que el fanatismo es inherente al ser humano, sin importar la bandera religiosa que enarbola.
“Ágora” se desarrolla históricamente en la ciudad de Alejandría, esa metrópoli espléndida desde la cual puede remontarse el Egipto y llegar a la India, colocada entre dos mares y dos grandes continentes y que parecía destinada a ser el fermentadero de las ideas, el punto de comunicación entre el espíritu de Oriente y el Occidente. En ella vinieron a verterse todas las creencias y todas las filosofías de Asia, de África y de Europa. Agotadas todas las formas de invención griega, fluctuando entre el escepticismo de los refinados, la exaltación de los místicos, la depravación de los caracteres, la corrupción de las costumbres, la inteligencia helénica se lanzó a especular sobre la Divinidad para hallar en el Monoteísmo un nuevo manantial de fuerza.
Los últimos filósofos griegos habían acabado por proclamar la existencia de un Dios único. Los Judíos lo presentaban en sus libros sagrados como habiéndose comunicado con ellos. La Escuela de Alejandría, al resucitar la antigua Filosofía, defendía la Teogonía unitaria con una brillantez cuyos destellos duraron siglos. En un ancho sincretismo fundió las teogonías del Antiguo Oriente con las últimas concepciones de la filosofía helénica. Y por esta tendencia a la universalidad, la erudición, la historia, la moral, saliéronse de sus cuadros exclusivos de la Ciencia antigua y revistieron un carácter ecuménico, paralelo al del Cristianismo que también tendía a reunirlo todo en la unidad.
El Alejandrismo,el Neoplatonicismo, eran el último suspiro de la Antigüedad Griega, que no quería extinguirse y reconcentraba bajo nuevas formas toda la energía de su espléndido intelecto y estuvo representada en gran medida por Hipatia, la protagonista del film “Agora”.
Hipatia, nació en el siglo IV d.C., y fue hija del matemático y filósofo, Teón, en un período en que los alejandrinos aún adoraban las deidades egipcias (Isis, Horus, Serapis entre otros) y los helenistas, la teogonía griega-pero el cristianismo era practicado ya por casi dos tercios de la población.
Filósofa (algunos aseveran que fue Directora de la Academia Platónica de Alejandría), matemática, astrónoma y de brillante intelecto – llegó a rebatir las teorías de Ptolomeo quién señalaba que la tierra era plana y que constituía el centro del Universo por lo que el Sol giraba en torno a ésta.
Bella y carismática y entre sus alumnos se encontraban varios cristianos. Entre éstos se cuenta a Silesio, que luego fue Obispo de Sirene y a Orestes, quién declaró en el ágora -centro de reunión público- ante una inmensa muchedumbre que la amaba. Con el correr de los años, Orestes fue tribuno romano de Alejandría.
Hipatia llegó a simbolizar que el aprendizaje y la ciencia van de la mano haciendo demostraciones públicas de algunos elementos y por ello fue identificada como pagana por los primeros cristianos.
Se preguntaba por qué el Sol cambiaba de tamaño entre el invierno y el verano, emulando al gran Aristarco. Llegó a la conclusión de que el sistema del universo funcionaba sobre la base de la elíptica y descartó la teoría de que éste era circular.
Hipatia, por sus teorías y enseñanzas llegó a transformarse en el punto central de las luchas entre cristianos y no cristianos que por lo general estallaban en el Ágora alejandrina.
En el año 380, cuando era emperador, Flavio Teodosio Augusto, último monarca de todo el Imperio romano, se firmó el Edicto de Tesalónica donde se tomó la trascendental decisión de hacer del Cristianismo Niceno o Catolicismo, la religión oficial del Imperio, Los “paganos” y su cultura fueron perseguidos y lo que restaba de la Gran Biblioteca de Alejandría, el Serapeo, fue quemado. Hipatia, junto a algunos alumnos, incluso cristianos, trataron de rescatar algunas obras de la Cultura Griega que después llegaron a Occidente gracias a los árabes durante la Edad Media.
Al cabo de unos pocos años, Hipatia fue asesinada por los monjes Nitrianos, seguidores del Patriarca de Alejandría, Cirilo, porque fue considerada “pagana y hechicera” y por ende, peligrosa para la sociedad alejandrina de entonces.
Es importante conocer los antecedentes históricos de “Ágora” para comprender el esfuerzo titánico de los libretistas del film para la realización de esta película que honra al cine chileno por su excepcional director, Alejandro Amenábar, quién nos mostró el importante rol de la historia cultural de Alejandría como pocas veces hemos tenido la ocasión de conocer en la pantalla grande.
El rol protagónico de Hipatia es interpretado por la laureada actriz británica, Rachel Weisz, ganadora del premio Oscar por su actuación en la película “El jardinero fiel”.
Agora, Alejandro Amenabar